Safía trabajaba en una cafetería. Era una buena trabajadora y se desenvolvía bien en su puesto, era feliz en su trabajo y aspiraba a mejorar. Esto era una buena noticia. Implicaba un sueldo mayor y, por tanto, una mejor manera de ayudar a su familia que vive en los campamentos saharahuis de Tinduf. Sin embargo, la vida de esta joven de 28 años lleva en pausa más de un año y medio, en contra de su voluntad, en un país que no es el suyo.