Un médico henchido de ilusión y a punto de cumplir 31 años llegó a la Residencia Sanitaria Nuestra Señora de Covadonga, de Oviedo, el 20 de febrero de 1975. Tenía como encargo poner en marcha un área de otorrinolaringología (ORL), la primera de una región en la que, hasta entonces, los pocos otorrinos que había actuaban por libre. Adquirió un instrumental básico, contrató a otros dos especialistas y el 1 de abril empezaron a trabajar.