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Las joyas españolas de la emperatriz Eugenia de Montijo que conserva la Casa de Alba

En París añoraba la luz de Granada, su lugar de nacimiento, y donde una gitana del Sacromonte le predijo, cuando era niña, que viviría muchos años, que sería más que reina, pero moriría en la oscuridad. Eugenia de Palafox Portocarrero y Kirkpatrick, para la historia Eugenia de Montijo, hija de Cipriano Portocarrero, conde de Teba y de Montijo, se educó en París y su belleza atrajo la atención del recién nombrado presidente de la Segunda República francesa, el príncipe Luis Napoleón, que la invitó a bailar en una fiesta. El mandatario se le insinuó preguntándole por el camino hacia sus habitaciones. La española le contestó con aplomo, “es el camino al altar, excelencia”. Se casaron en 1853, cuando el presidente de la República ya se había convertido en emperador con el nombre de Napoleón III. A partir de ahí, Eugenia (Eugénie para los franceses) se convirtió en la gran “influencer” de las cortes europeas. La emperatriz Isabel (Sissi), se interesaba por los vestidos que le hacía Worth...


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